“1 Oye, oh Dios, mi clamor; A mi oración atiende. 2 Desde el cabo de la tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare. Llévame a la roca que es más alta que yo, 3 Porque tú has sido mi refugio, Y torre fuerte delante del enemigo. 4 Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre; Estaré seguro bajo la cubierta de tus alas. Selah 5 Porque tú, oh Dios, has oído mis votos; Me has dado la heredad de los que temen tu nombre.”

Salmo 61:1-5

Nadie tiene una vida perfecta. Todos experimentamos pruebas, dificultades, enfermedades y dolor. Es natural vivir en un mundo dañado por el pecado. La pregunta no es si las cosas saldrán mal, sino cómo responderemos cuando salgan. A veces nos sentimos tentados a buscar en nuestro interior la fuerza para seguir adelante. A veces nos sentimos tentados a recurrir a otros en busca de ayuda. Pero la verdadera fuente de nuestra fortaleza y protección es el Señor, y es a Él a quien debemos buscar primero.
“En el año treinta y nueve de su reinado, Asa enfermó gravemente de los pies, y en su enfermedad no buscó a Jehová, sino a los médicos.” 2 Crónicas 16:12.

No hay nada de malo en usar lo que Dios nos ha provisto y puesto a nuestra disposición, pero eso nunca debe convertirse en la fuente de nuestra confianza. Nadie que haya confiado en Dios en tiempos de prueba ha sido abandonado. Puede que las cosas no salgan como deseamos, pero Él nunca abandona a sus hijos. En lugar de vivir con preocupación y temor, estamos llamados a descansar en su fuerza y sus promesas. Cuando lo hagamos, siempre descubriremos su fidelidad. Dios es una roca de refugio para todos los que confían en él.
George Müller escribió: “El comienzo de la ansiedad es el fin de la fe, y el comienzo de la verdadera fe es el fin de la ansiedad”.

PRINCIPIO DE VALOR PARA EDIFICAR UNA VIDA ESPIRITUAL

No tenemos que enfrentar las batallas de la vida solos, sino que siempre tenemos la opción de recurrir a Dios en busca de ayuda.

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