“En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad. 11 No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. 12 Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.”
Filipenses 4:10-12
La diferencia entre quienes están contentos y quienes no lo están no tiene nada que ver con cuánto poseen. Hay millones de personas con muy poco que están contentas, y millones más que tienen mucho, pero nunca están satisfechas. Ninguna cantidad de riquezas puede brindar verdadera satisfacción, pues, por mucho que tengamos, el anhelo de más nunca se satisface por completo. Salomón poseía gran riqueza y poder, pero reconoció su vacío absoluto y su incapacidad para brindar satisfacción, escribiendo: “El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad.” Eclesiastés 5:10.
El mundo que nos rodea mide el éxito en términos de casas, cuentas bancarias y fondos de jubilación. Pero Dios mira el corazón, no el balance general. Él sabe que solo podemos estar verdaderamente contentos si descansamos en Él. Por eso nos llama al contentamiento, no para quitarnos lo bueno, sino para protegernos de las trampas del anhelo de más. El cristiano que tiene a Dios siempre puede estar contento, sin importar lo que tenga o le falte. Solo Dios siempre es suficiente.
John Bunyan escribió:
El que está abatido no debe temer caer;
el que es humilde, no se enorgullece;
el que es humilde, siempre tendrá a Dios como guía.
Estoy contento con lo que tengo,
sea poco o mucho;
y, Señor, aún anhelo contentamiento,
porque Tú salvas a los tales.
PRINCIPIO PARA EDIFICAR UNA VIDA ESPIRITUAL: Si no estamos contentos con lo que Dios nos ha provisto, ningún aumento satisfará jamás nuestros corazones.