“Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. 7 Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. 8 No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. 9 Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.”
Juan 1:6-9
R. A. Torrey contó esta historia sobre la importancia de hacer lo que podamos: “Recuerdo haber oído hablar de un hombre en el mar que estaba muy mareado. Si hay un momento en que uno siente que no puede hacer nada para el Señor, es entonces, en mi opinión. Mientras este hombre estaba enfermo, escuchó que otro hombre había caído por la borda. Se preguntaba si podría hacer algo para salvarlo. Tomó una luz y la sostuvo en alto sobre la barandal. El hombre que se estaba ahogando se salvó. Cuando este hombre se recuperó de su ataque de mareo, un día estaba en cubierta hablando con el hombre que fue rescatado. El hombre dijo que se había hundido por segunda vez y que estaba a punto de hundirse por última vez, cuando extendió la mano. Justo entonces, dijo, alguien sostuvo una luz en la barandal y la luz le iluminó la mano. Un hombre lo tomó de la mano y lo jaló hacia el bote salvavidas”.
Todo cristiano tiene la responsabilidad de ser testigo del Señor. Muchas veces, el miedo o la sensación de incompetencia impiden que las personas compartan la buena noticia. Pero Dios usa a personas dispuestas, no a personas con un talento excepcional. Cuando Moisés protestó diciendo que no era lo suficientemente buen orador para confrontar al Faraón y guiar a los israelitas a la Tierra Prometida, Dios rechazó su excusa. “Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová?” Éxodo 4:11. Nuestra labor es mostrar la Luz a un mundo en tinieblas, y Dios nos ayudará cuando lo intentemos.
PRINCIPIO DE VALOR PARA EDIFICAR UNA VIDA ESPIRITUAL
Compartir la buena noticia con los demás no es cuestión de talentos ni dones, sino de obediencia.
