«Me acordaré de las obras de JAH; Sí, haré yo memoria de tus maravillas antiguas. Meditaré en todas tus obras, Y hablaré de tus hechos. Oh Dios, santo es tu camino; ¿Qué dios es grande como nuestro Dios? Tú eres el Dios que hace maravillas; Hiciste notorio en los pueblos tu poder.» (Salmos 77:11-14)

I. EL PELIGRO DE OLVIDAR LAS MARAVILLAS DE DIOS

Todos los cristianos, y tal vez especialmente aquellos que crecieron en hogares cristianos y fueron salvos a una edad temprana, corren el peligro de olvidar todo lo que Dios ha hecho por ellos. Con el tiempo se acostumbran a la gracia y grandeza, y a las bendiciones de las que nos beneficiamos con tanta frecuencia.

II. LA IMPORTANCIA DE RECORDAR Y TRANSMITIR LAS MARAVILLAS DE DIOS

Esta es una tragedia para nosotros en múltiples niveles. Primero, es una tragedia para nosotros porque cuando dejamos de estar agradecidos, pronto dejaremos de seguir al Señor. Pero también es una tragedia para nuestras futuras generaciones. Los padres, los abuelos y los creyentes mayores juegan un papel importante en mantener viva la fe para las generaciones venideras. No hay garantías de que aquellas generaciones vean a Dios con verdadero poder y presencia en sus vidas. De hecho, no fue muchos años después de la muerte de Josué que el poder de Dios fue recordado por los israelitas: «Y Gedeón le respondió: Ah, señor mío, si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Y dónde están todas sus maravillas, que nuestros padres nos han contado, diciendo: ¿No nos sacó Jehová de Egipto? Y ahora Jehová nos ha desamparado, y nos ha entregado en mano de los madianitas.» (Jueces 6:13)

III. RECORDAR LAS OBRAS DE DIOS FORTALECE NUESTRA FE Y SIEMBRA ESPERANZA PARA LAS GENERACIONES FUTURAS

Cada vez que nos regocijamos y damos gracias por la bondad de Dios como familia, no solo construimos nuestra propia fe, sino que también invertimos en el futuro. Debemos recordarnos y compartir con otros las obras poderosas de Dios en nuestras vidas para que nunca sean olvidadas.

Principio familiar: Nuestra responsabilidad es recordar lo que Dios ha hecho por nosotros y transmitir nuestra fe a los demás.

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