“1 ¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es Habitar los hermanos juntos en armonía!
2 Es como el buen óleo sobre la cabeza, El cual desciende sobre la barba, La barba de Aarón, Y baja hasta el borde de sus vestiduras; 3 Como el rocío de Hermón, Que desciende sobre los montes de Sion; Porque allí envía Jehová bendición, Y vida eterna.”
Salmo 133:1-3

La soledad crónica es un problema que afecta a millones de personas, con consecuencias físicas y emocionales devastadoras. La profesora Julianne Holt-Lunstad descubrió en un estudio que sentirse constantemente solo tenía el mismo impacto perjudicial para la salud que fumar quince cigarrillos al día. Afirmó que la soledad “puede hacerte sentir mal contigo mismo y, por lo tanto, reducir aún más la probabilidad de querer socializar con otros por miedo al rechazo, pero también puede influir en tu percepción del mundo y las situaciones sociales, lo que puede conducir a una espiral negativa”. Su investigación reveló que un alto porcentaje de personas que se sienten solas regularmente sufren efectos negativos en su salud cardiovascular y cerebral, y que la soledad también puede estar relacionada con un mayor riesgo de depresión.

Dios no diseñó a las personas para que estuvieran solas. Incluso antes de la Caída, creó a Eva para llenar el vacío en la vida de Adán. De hecho, aunque a lo largo de los seis días de la Creación, Dios declaró repetidamente que lo que había hecho era bueno, declaró específicamente que la soledad del hombre no era buena: “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él” (Génesis 2:18).

Las circunstancias de nuestra vida a veces nos dejan solos. Además, nuestra sociedad lleva a cabo diversas acciones que promueven y crean soledad. Pero como cristianos, tenemos una fuente de compañerismo y comunidad que Dios diseñó. La iglesia local debe ser un cuerpo unido de creyentes que funcione como fuente de aliento y esperanza mutuos. Esta es una de las razones por las que es esencial que los cristianos participen en la vida del cuerpo de su iglesia local. “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10:25).

PRINCIPIO DE VALOR PARA EDIFICAR UNA VIDA ESPIRITUAL
Necesitamos a otras personas en nuestras vidas y ellas también nos necesitan.

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