“Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. 16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.”
Hebreos 4:14-16
Cuenta la historia que un grupo de hombres estaba junto a un cruce de río, esperando que llegara un ferry desde la otra orilla para cruzarlos. El agua no era muy profunda, pero la corriente dificultaba cruzar a pie. Mientras esperaban, un grupo de hombres se acercó a caballo y comenzó a cruzar el río. Uno de los hombres que esperaban, con la esperanza de continuar su viaje más rápido, vio pasar a varios de ellos y le pidió a un miembro del grupo que lo llevara. El jinete accedió, y el hombre cruzó el río a salvo tras él. Cuando llegó a la otra orilla y los jinetes continuaron, el operador del ferry le habló: “Vi que dejaste pasar a varios hombres antes de pedir ayuda. ¿Por qué esperaste para pedirle ayuda al general Andres?”. El hombre respondió: “No sabía que era el general Andres. Solo esperaba a alguien que dijera ‘Sube'”.
Todos sabemos lo que se siente al pedir ayuda a alguien y ser rechazado, o recibir ayuda, pero solo a regañadientes o con condiciones. Eso nunca sucede cuando acudimos a Dios. Él no escatima en ayuda, ni se queja ni nos critica porque acudimos a Él con demasiada frecuencia.
“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.” Santiago 1:5. Jesús conoce las angustias, las cargas y los problemas que enfrentamos, porque Él lidió con las mismas cosas mientras estuvo aquí en la Tierra.
PRINCIPIO DE VALOR PARA EDIFICAR UNA VIDA ESPIRITUAL
Jesús conoce nuestro dolor y responde rápidamente cuando recurrimos a Él en busca de ayuda.
