Y llegó la noticia hasta el rey de Nínive, y se levantó de su silla, se despojó de su vestido, y se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza.7 E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes, diciendo: Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé alimento, ni beban agua; 8 sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios fuertemente; y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos. Jonas 3:6-8

La historia de Jonás y su misión de predicar a Nínive nos dice mucho acerca de la paciencia y el amor de Dios. Nínive no merecía ser perdonada, y Jonás inicialmente se negó a ir y darles el mensaje de Dios porque tenía miedo de que lo creyeran y se arrepintieran. (Nínive era enemiga de Israel, y Jonás no quería ver que recibieran la misericordia de Dios.) Después de un viaje en barco, primero sobre el agua en el barco y luego debajo de ella en el pez, Jonás se rindió para hacer lo que debía haber hecho en primer lugar. Fue a Nínive y predicó, ¡con la esperanza de que la gente no respondiera! Pero creyeron en su mensaje, y el rey ordenó al pueblo un período de duelo y arrepentimiento. En respuesta, Dios perdonó a la ciudad.

La respuesta de la gente de Nínive al mensaje de Jonás nos da una buena idea del verdadero arrepentimiento y nos muestra a un pueblo con un remordimiento genuino por el pecado y que se vuelve a Dios en busca de misericordia. Cuando el rey de Nínive envió un mensaje a su pueblo, les dijo que hicieran las cosas que simbolizaban el arrepentimiento: vestirse de cilicio y ayunar. Pero también les dijo que cambiaran sus acciones. Cuando estamos verdaderamente arrepentidos de lo que hemos hecho mal, no queremos seguir haciendo lo mismo una y otra vez. Es fácil decir “lo siento” sin sentirlo, y muchas personas lo hacen como una forma de suavizar una situación o evitar ser responsabilizadas. Eso tiene muy poco significado a menos que esté respaldado por un cambio de acción. Los que están genuinamente arrepentidos no se aferran a la conducta pecaminosa. En cambio, la abandonan y la dejan atrás, dependiendo de la gracia de Dios para que les permita cambiar.

Principio de valor para edificar una vida espiritual.: Un cambio de corazón dará como resultado más que palabras; también traerá un cambio de acciones

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