Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. 11 Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, 12 esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!. 2 Pedro 3:10-12
Una persona que viaja a un lugar muy frio llevará ropa diferente a la que llevaría una persona que viaja a un lugar muy caluroso. La razón es sencilla: tienen una buena idea de cómo será el clima y quieren vestirse de acuerdo a ello. Saber lo que se avecina determina la preparación que hacemos. Lo que es cierto en el mundo físico es cierto también para nuestra vida espiritual. Aunque no sabemos el momento exacto de los acontecimientos futuros, sí sabemos que este mundo presente llegará a su fin. Eso nos impone la responsabilidad de estar preparados todos los días para lo que venga. “La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz.” (Romanos 13:12).
La mayoría de nosotros recordamos la sensación de postergar un proyecto que nuestros padres nos dijeron que termináramos antes de que volvieran a casa, y lo desesperados que nos esforzábamos por hacer que al menos pareciera que habíamos trabajado en la tarea asignada cuando llegaron antes de que termináramos. El conocimiento de que Jesús podría venir en cualquier momento y que lo veremos cara a cara debe guiar nuestra conducta cada día. “Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados.” (1 Juan 2:28).
Principio de valor para edificar una vida espiritual: Los cristianos que viven cada día a la luz del regreso del Señor no se avergonzarán cuando estén delante de Él.
