Pero Saulo mucho más se esforzaba, y confundía a los judíos que moraban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo. 23 Pasados muchos días, los judíos resolvieron en consejo matarle; 24 pero sus asechanzas llegaron a conocimiento de Saulo. Y ellos guardaban las puertas de día y de noche para matarle. 25 Entonces los discípulos, tomándole de noche, le bajaron por el muro, descolgándole en una canasta. Hechos 9:22-25

El cambio operado en la vida de Pablo tras su encuentro con Jesús en el camino a Damasco fue total. Ahora creía en todo aquello por lo que había luchado con tanto ahínco. De inmediato comenzó a cumplir la misión que Dios le había encomendado. Más tarde, Pablo relató así la misión que le había encomendado el Señor: «Pero levántate y ponte sobre tus pies, porque para esto me he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en las que me apareceré a ti» (Hechos 26:16).

Dios no le prometió a Pablo que las cosas serían fáciles ni sencillas, ni que su predicación sería bien recibida. De hecho, su predicación era tan directa y contundente que desde el comienzo de su ministerio la gente quiso matarlo. Una y otra vez tuvo que ser librado de conspiraciones para asesinarlo. Sin embargo, a pesar de todo, siguió predicando el evangelio. La mayoría de nosotros nunca hemos experimentado una verdadera persecución porque vivimos en un país donde la libertad religiosa es una larga tradición. Sin embargo, Dios no nos promete esa libertad. En muchos países del mundo, personas son golpeadas, encarceladas e incluso asesinadas debido a su fe.

Por supuesto, no debemos buscar persecución, pero debemos decidirnos ahora a permanecer fieles si tales pruebas llegan a nuestras vidas. Y nos corresponde permanecer fieles hoy, independientemente de las pruebas que podamos enfrentar. La razón por la que Pablo estuvo dispuesto a seguir adelante a pesar del costo fue el amor que había recibido del Señor y el amor que sentía por él. «Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron» (2 Corintios 5:14).

Principio de valor para edificar una vida espiritual: La fidelidad no la dictan ni la determinan nuestras circunstancias, sino nuestro amor a Dios.

 

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