Fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; 12 con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; 13 el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, 14 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados. Colosenses 1:11-14

Una de las parábolas que contó Jesús fue la de un rey que planeaba la boda de su hijo. Cuando los invitados a la fiesta de bodas rechazaron la invitación, dio instrucciones a sus sirvientes para que salieran e invitaran a otros a venir. Como era la costumbre de la época, a cada persona que vino se le proporcionó una túnica para que se la pusiera. Sin embargo, hubo un hombre que no se la puso. “Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. 12 Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció.” (Mateo 22:11-12). Ese hombre fue expulsado porque no aprovechó lo que se le había ofrecido libremente.

La salvación se trata de aceptar lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz. Si elegimos presentarnos ante Dios en nuestra propia justicia, seremos hallados faltos. Pero si nos presentamos ante Él bajo la sangre del Cordero, seremos aceptados. Dios hace toda la obra de nuestra salvación. Nada de esto depende de nosotros. Isaías escribió: “En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; “En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas.” (Isaías 61:10). Sólo la sangre de Jesús puede hacernos aptos para ser herederos de las glorias del Cielo y de la vida eterna.

Principio de valor para edificar una vida espiritual: Sólo la sangre de Jesús puede perdonar nuestros pecados, y cuando confiamos en ella para salvación, estamos cubiertos por la justicia perfecta de Jesús cuando nos presentamos ante Dios.

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