Por amor de mi nombre diferiré mi ira, y para alabanza mía la reprimiré para no destruirte.
10 He aquí te he purificado, y no como a plata; te he escogido en horno de aflicción.
Isaias 48:9-10

Somos conscientes de que Dios es omnisciente, sabe todo lo que ha sucedido, está sucediendo y sucederá. Nuestro Dios puede “[declarar] lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; diciendo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero” (Isaías 46:10). Somos conscientes de que Dios es omnipotente y soberano, y que tiene el control total de cada acontecimiento de nuestra vida. Job dijo: “ He aquí, arrebatará; ¿quién le hará restituir? ¿Quién le dirá: ¿Qué haces?” (Job 9:12). Somos conscientes de que Dios nos ama y obra para lograr lo que es mejor para Su gloria y para nuestro bien. Sin embargo, a pesar de que somos conscientes de estas importantes verdades, a veces es difícil recordarlas cuando nos encontramos en el horno.

El sufrimiento y las dificultades nunca llegan a nuestra vida por accidente o sin un propósito. A veces, ese propósito es refinarnos, purificando nuestras vidas eliminando las cosas que nos impiden servir a Dios de manera más eficaz. A veces, ese propósito es castigarnos por el pecado que nos negamos a abandonar. A veces, ese propósito se nos oculta, y sólo al mirar atrás podemos discernir cómo Dios estaba obrando. Y hay algunas cosas que nunca entenderemos del todo en esta vida. Dios no nos debe explicaciones, aunque a veces las dará. Lo que sí nos da es su presencia infalible y fiel. Los tres jóvenes hebreos no se salvaron del horno recalentado, pero cuando estuvieron dentro, tuvieron una experiencia íntima con Dios.

Principio de valor para edificar una vida espiritual: Dios siempre tiene un plan para nosotros, y todo lo que trae a nuestra vida es una parte necesaria de ese plan.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí