«Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano. 6 Y Jehová envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de Israel. 7 entonces el pueblo vino a Moisés y dijo: Hemos pecado por haber hablado contra Jehová, y contra ti; ruega a Jehová que quite de nosotros estas serpientes. Y Moisés oró por el pueblo.» (Números 21:5-7)

I. UN PECADO MENOSPRECIADO

Parece que los cristianos de hoy a menudo dividen los pecados en dos categorías: los que creen que son realmente malos y los que no les parecen tan graves. A menudo, trazan esa línea precisamente entre los pecados que realmente los tientan y los que no. De esa manera, se sienten bien al evaluarse a sí mismos en comparación con quienes los rodean. Pero eso no cambia la forma en que Dios ve los pecados. Los odia a todos, incluso a los que consideramos “pequeños” pecados. Y una de las peores de las que tantas veces pasamos por alto o excusamos es la queja.

II. LA GRATITUD FRENTE A LA QUEJA

Mark Twain dijo: “No se queje y hable de sus problemas. El ochenta por ciento de la gente no le importa y el otro veinte por ciento piensa, que se merece lo que le esta pasando”.A menudo, el acto de quejarnos nace de una perspectiva limitada que olvida la cantidad de favores y cuidados que hemos recibido a lo largo del camino. Cuando nos detenemos a reflexionar, notamos que la gratitud transforma nuestra visión y nos permite reconocer incluso los detalles más pequeños como muestras del amor de Dios. En vez de enfocarnos en las dificultades, cultivar un espíritu agradecido abre la puerta a una fe más profunda y nos prepara para recibir con humildad y esperanza las promesas que el Señor tiene reservadas para quienes confían y perseveran.

III. EL PELIGRO DE LA QUEJA

Quejarse revela que no estamos agradecidos por la multitud de bendiciones que hemos recibido. La forma en que Dios ve las quejas está vívidamente ilustrada para nosotros por las serpientes venenosas que Dios envió entre los israelitas cuando se quejaron de la provisión de Dios para ellos. Dios, en su gracia, los había liberado de la esclavitud, los había llevado al otro lado del Mar Rojo y los había alimentado con maná del cielo, pero todavía se quejaban. Murmurar no es un pecado “aceptable”.

Principio Familiar, Unidos Venceremos: Cuando murmuramos y nos quejamos, estamos insultando el amor y el cuidado de Dios por nosotros.

Desafío familiar: Escribe y memoriza Filipenses 2:14

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