“Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, 14 entonces te deleitarás en Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Jehová lo ha hablado.”
Isaias 58:13-14
Desde el Jardín del Edén, Satanás le ha estado diciendo a la gente que las reglas de Dios están diseñadas para impedirles disfrutar de las cosas buenas. Como resultado, las personas a menudo caen en la trampa de resentirse por los mandamientos de Dios, incluso si los siguen exteriormente. El diablo sabe que si nuestros corazones están llenos de resentimiento por lo que Dios nos llama a hacer, pronto dejaremos de hacerlo. En lugar de considerar las reglas de Dios para nuestras vidas como una carga, deberíamos verlas como evidencia de su amor por nosotros y su deseo de protegernos. Obedecer a Dios es una manera de demostrarle nuestro amor, y si lo amamos como debemos, no encontraremos la obediencia como una carga. “Pues este es el amor a Dios: que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3).
Para deleitarnos en los mandamientos de Dios, debemos amar su Palabra, que nos los transmite. La Biblia no es una colección antigua de fábulas y lecciones morales, sino la guía para vivir de una manera que agrade a Dios. Es necesario mantenerla en nuestros corazones y mentes continuamente. “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Es mi meditación todo el día” (Salmo 119:97). Cuanto más permitamos que la Palabra de Dios guíe nuestros pensamientos y acciones, más gozo y deleite encontraremos al hacer lo que Él dice. Dios siempre da lo mejor a quienes le obedecen, no por necesidad, sino de corazón.
PRINCIPIO DE VALOR PARA EDIFICAR UNA VIDA ESPIRITUAL
Dios quiere lo mejor para nosotros, y debemos deleitarnos en hacer lo que Él dice porque es para nuestro bien.
