“Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento. 7 Nadie hay que invoque tu nombre, que se despierte para apoyarse en ti; por lo cual escondiste de nosotros tu rostro, y nos dejaste marchitar en poder de nuestras maldades. 8 Ahora pues, Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros barro, y tú el que nos formaste; así que obra de tus manos somos todos nosotros.”
Isaias 64:6-8
Gran parte del ministerio de Isaías transcurrió durante los reinados de buenos reyes sobre Judá, especialmente Ezequías, pero incluso entonces el pueblo tendía a alejarse de Dios. Isaías advirtió una y otra vez sobre lo que sucedería si no se arrepentían, pero el pueblo prefirió adorar tanto a Jehová como a los dioses de las naciones circundantes. Al instar a un avivamiento que Judá necesitaba desesperadamente, Isaías señaló que la naturaleza pecaminosa que todos tenemos corrompe nuestras acciones. Luego cambió el enfoque y señaló que, como no podemos hacer lo correcto por nuestra cuenta, debemos recurrir a Dios.
Al igual que Isaías, vivimos en una sociedad cada vez más dispuesta a adorar casi cualquier cosa menos a Dios. La gente se deleita en seguir su propio camino, a pesar de que Dios les ha ordenado obedecerle. La clave para hacer lo correcto ahora, independientemente de lo que suceda a nuestro alrededor, es recordar que Dios tiene el control.
Como un alfarero que moldea el barro en la vasija que elige, Dios tiene el control de nuestras vidas. Él usa incluso las cosas difíciles y dolorosas para cumplir su propósito. “Pero quiero, hermanos, que sepáis que las cosas que me han sucedido han redundado más bien para el progreso del evangelio” Filipenses 1:12. Cuando nos sometemos a su voluntad y seguimos su camino, andaremos en rectitud pase lo que pase a nuestro alrededor.
PRINCIPIO DE VALOR PARA EDIFICAR UNA VIDA ESPIRITUAL
El bien y el mal los determina Dios, no la sociedad, y debemos seguirle únicamente a Él.
