«Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.» (Romanos 8:37-39)
I. EL ORIGEN DEL HIMNO “EL AMOR DE DIOS”
El maravilloso himno “El amor de Dios” fue escrito por Frederick Lehman durante un descanso del trabajo un día en su trabajo. Sentado en una caja de limones vacía, tomó un lápiz y escribió el estribillo y las dos primeras estrofas. La tercera estrofa es en realidad mucho más antigua, basada en un poema escrito por un rabino judío hace más de mil años.
II. EL PODER TRANSFORMADOR DEL AMOR DE DIOS
No hay nada más poderoso que el amor de Dios. Esta es la razón por la que Jesús vino al mundo. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna” Juan 3:16. El amor de Dios hizo posible la salvación que cambió el curso de nuestro destino eterno y nos dio el regalo increíble de la vida eterna y una relación con Dios a través de Cristo.
III. COMPARTIENDO EL AMOR DE DIOS
El amor de Dios no está destinado a ser acumulado. De hecho, una de las cosas maravillosas del amor de Dios es que no disminuye cuando se comparte. A medida que obedecemos la Gran Comisión y alcanzamos a otros con el evangelio, llevemos el amor de Dios a quienes lo necesitan con tanta urgencia. Deberíamos vivir tanto en la plenitud del amor de Dios que compartirlo sea el resultado natural.
Principio Familiar, Unidos Venceremos: Habiendo sido bendecidos al recibir el maravilloso regalo del amor de Dios en nuestras vidas, tenemos la responsabilidad privilegiada de compartirlo con los demás.
Desafío familiar: Escribe y memoriza Romanos 5:8