Por lo cual os ruego que confirméis el amor para con él. 9 Porque también para este fin os escribí, para tener la prueba de si vosotros sois obedientes en todo. 10 Y al que vosotros perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo, 11 para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones. 2 corintios 2:8-11

John Selwyn nació en Nueva Zelanda en 1844. Después de ir a Inglaterra para su educación, partió hacia las islas Melanesias como misionero. Los habitantes de la isla Norfolk no estaban abiertos al evangelio y a menudo eran duros en su trato con los extranjeros. Un día, mientras Selwyn hablaba con un muchacho adolescente, el muchacho se enojó y lo golpeó en la cara. Selwyn no respondió nada y se alejó. Después de unos años, la salud de Selwyn se deterioró, lo que lo obligó a regresar a Inglaterra. Pasaron muchos años y otro misionero fue llamado para hablar con un hombre moribundo que deseaba ser salvo antes de conocer a Dios. Cuando el misionero le preguntó su nombre, respondió: “Llámame John Selwyn, porque me enseñó cómo era Cristo cuando lo golpeé”.

La elección de perdonar es más que una cuestión de obediencia a Dios y de seguir el ejemplo de Jesús. Es importante tanto para nuestra propia salud física como espiritual, y es importante para nuestras relaciones con los demás. Las cosas a las que nos aferramos y nos negamos a soltar nos mantienen atrapados mucho más que a la persona que las hizo. El perdón no significa que la ofensa no haya sucedido o que merezcamos lo que sucedió o que no haya consecuencias para el ofensor. El perdón significa que hemos puesto todo en manos de Dios y confiamos en que Él se ocupará del ofensor como mejor le parezca.

Principio de valor para edificar una vida espiritual: Quienes se niegan a perdonar nunca escaparán de la esclavitud del pasado.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí