“Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. 14 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, 15 y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. 16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. 17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” Efesios 6:13-17
En la década de 1930, un equipo de arqueólogos que trabajaba en Siria descubrió los fragmentos de un escudo que portaba un legionario romano. La excavación en las ruinas del fuerte romano de Dura-Europos, invadido en el año 256 d. C., halló varios cuerpos de soldados y numerosas armas. El escudo es el único ejemplar que se conserva del escudo curvo que las legiones romanas llevaban a la batalla. Hecho de tiras de madera laminadas y cuidadosamente decoradas, el escudo era, en muchos aspectos, la parte más importante de la armadura de aquella época. Protegía el cuerpo del soldado mientras se enfrentaba al enemigo. Pablo señaló que esto mismo se aplica a la guerra espiritual. Por encima de todo, debemos tomar el escudo de la fe. El papel de la fe en la vida cristiana es innegable. “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6).
Los dardos de fuego de Satanás vendrán, y sin fe no estamos preparados para sobrevivirlos. John Newton escribió: “La fe sostiene al cristiano en todas las pruebas, asegurándole que cada dispensación dolorosa está bajo la dirección de su Señor; que los castigos son una muestra de su amor; que el tiempo, la medida y la duración de sus sufrimientos son determinados por la Sabiduría Infinita y diseñados para obrar por su bien eterno; y que la gracia y la fuerza le serán concedidas según sus necesidades”.
PRINCIPIO DE VALOR PARA EDIFICAR UNA VIDA ESPIRITUAL: Sin un fuerte aferramiento al escudo de la fe, no estamos preparados para enfrentar los ataques del diablo.