“No temas cuando se enriquece alguno, Cuando aumenta la gloria de su casa;17 Porque cuando muera no llevará nada, Ni descenderá tras él su gloria.18 Aunque mientras viva, llame dichosa a su alma, Y sea loado cuando prospere,19 Entrará en la generación de sus padres, Y nunca más verá la luz.20 El hombre que está en honra y no entiende, Semejante es a las bestias que perecen.”
Salmo 49:16-20
Lee Iacocca tuvo un gran éxito en el sector automovilístico no con una, sino con dos empresas diferentes. Durante su etapa en Ford, ayudó a introducir el Mustang. Más tarde, fue contratado para rescatar a Chrysler cuando estaba al borde de la quiebra. Se hizo aún más conocido con la publicación de su autobiografía, Iacocca, que se convirtió en el libro de no ficción más vendido en 1984 y 1985. Pero a pesar de toda la riqueza y la notoriedad que experimentó, Iacocca descubrió que no podían satisfacerlo. En su libro, escribió: “Aquí estoy, en el ocaso de mi vida, todavía preguntándome de qué se trata todo esto. Les puedo decir esto: la fama y la fortuna son para los pájaros”.
Las cosas que el mundo valora no le importan a Dios. Cuando vemos a alguien que gana fama y atención mientras hace el mal, podemos sentirnos tentados a pensar que su éxito temporal es algo valioso. Esa no es la actitud correcta. “No te impacientes a causa de los malignos, Ni tengas envidia de los que hacen iniquidad.” Salmo 37:1.
La fama y la fortuna del mundo son, en el mejor de los casos, efímeras. La historia está llena de ejemplos de personas que alguna vez estuvieron en la cima de la sociedad y lo perdieron todo. En lugar de buscar la atención del mundo, deberíamos buscar la aprobación de Dios. Debemos tomar la decisión, porque es imposible hacer ambas cosas. Pablo advirtió: “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.” Gálatas 1:10.
PRINCIPIO DE VALOR PARA EDIFICAR UNA VIDA ESPIRITUAL
Si no vivimos para las cosas eternas, nuestras vidas serán un desperdicio, sin importar cuánta fama o fortuna encontremos.