«Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey. 24 por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, 25 escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, 26 teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón.» (Hebreos 11:23-26)
I. EL PODER DE LAS DECISIONES
La dirección de nuestras vidas cristianas se define por las decisiones que tomamos. No son nuestros deseos ni nuestras intenciones las que forjan nuestro destino, sino las acciones que elegimos en los momentos clave. Por ejemplo, elegir una carrera, decidir mudarse a otra ciudad o terminar una relación son decisiones que pueden cambiar el curso de nuestras vidas. Así, cada uno de los miembros de nuestra familia llega a puntos de intersección donde debemos decidir girar a la izquierda o a la derecha; lo que hacemos en esos momentos determina nuestro bien estar y destino.
II. EL IMPACTO DE LAS DECISIONES
Moisés sobrevivió gracias a que sus padres lo ocultaron tras la orden del Faraón de matar a todos los niños hebreos. Más adelante, Dios eligió a Moisés para liberar a Israel de la esclavitud en Egipto después de que él rechazara los privilegios de su juventud en el palacio y optara por apoyar a su pueblo.
III. LA OBEDIENCIA EN LAS DECISIONES
Lo que pasa con las decisiones difíciles es que no sabemos cómo resultarán, incluso si decidimos lo que es correcto de acuerdo a nuestro conocimiento. A veces hay una gran recompensa terrenal por la obediencia a Dios. Pero a veces la recompensa de la fe sólo se ve más tarde. Pero la exactitud de nuestra decisión no se determina en función del resultado terrenal. Está determinado por si actuamos o no en obediencia y fe.
Principio familiar: La fe elige creer que lo que Dios ha dicho que es verdadero y se actúa con confianza.
