Ahora, pues, seamos sabios para con él, para que no se multiplique, y acontezca que viniendo guerra, él también se una a nuestros enemigos y pelee contra nosotros, y se vaya de la tierra.
11 Entonces pusieron sobre ellos comisarios de tributos que los molestasen con sus cargas; y edificaron para Faraón las ciudades de almacenaje, Pitón y Ramesés. 12 Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían, de manera que los egipcios temían a los hijos de Israel. Exodo 1:10-12
La mayoría de nosotros hemos tenido la experiencia de comprar plantas de flores o vegetales para nuestros hogares o jardines. La mayoría de las plantas disponibles para la compra se cultivan en invernaderos, lo que les permite comenzar temprano la temporada de crecimiento. Hay tragaluces o luces de crecimiento con temporizadores. Hay sistemas de agua para garantizar un riego adecuado. Pero quizás las herramientas más importantes que utilizan los cultivadores son los ventiladores gigantes que soplan continuamente sobre las bandejas de plantas. Sin la experiencia de soportar las presiones del viento, una planta puede verse bien en el estante de la tienda, pero tenderá a caerse cuando el aire sople después de plantarla. Resistir el viento en el vivero o invernadero prepara a la planta para tener éxito cuando se coloca en el jardin.
Ninguno de nosotros disfruta pasar por momentos difíciles de prueba y tribulación, pero necesitamos la fortaleza que se produce al soportar las dificultades. Es una parte importante de nuestro crecimiento espiritual. Santiago escribió: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas,3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.4 Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.” (Santiago 1:2-4). Podemos pensar que sería más fácil tener una vida sin problemas, pero una vida así no produce cristianos fructíferos. Necesitamos la fortaleza que nos brinda el estrés cuando respondemos a él de forma adecuada. Debemos confiar en que Dios está obrando Su voluntad y Su propósito en nuestras vidas y no desfallecer cuando lleguen los tiempos difíciles.
Principio de valor para edificar una vida espiritual: Ver las dificultades como una oportunidad de crecimiento en lugar de un acontecimiento injusto fortalece nuestra fuerza espiritual y desarrolla la semejanza a Cristo.