“Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, 26 pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe,27 al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén.”
Romanos 16:25-27
Mucha gente conoce la historia del avivamiento que comenzó cuando Jonathan Edwards predicó “Pecadores en las manos de un Dios airado”. La respuesta a ese sermón y la respuesta general al evangelio en todas las colonias en los días posteriores se conocen como “El Gran Despertar”. Pero si bien muchos conocen este evento que sacudió a las colonias, mucha menos gente conoce la historia de lo que condujo a ese día. Uno de los biógrafos de Edwards escribió: “Durante tres días, Edwards no probó bocado; durante tres noches no pegó ojo al dormir. Una y otra vez se le oyó orar: ‘¡Oh, Señor, dame Nueva Inglaterra! ¡Dame Nueva Inglaterra!’. Cuando se levantó de rodillas y subió al púlpito ese domingo, parecía como si hubiera estado mirando directamente al rostro de Dios. Incluso antes de comenzar a hablar, una tremenda convicción se apoderó de su audiencia”.
Toda obra que realizamos para Dios, ya sea predicar a toda una congregación o hablarle a una persona, debe realizarse con Su poder para que produzca un resultado significativo. Todo lo que logramos no es resultado de nuestro talento o habilidad, sino del poder que Dios ha dado a Sus hijos para realizar Su obra. ” Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.” Juan 15:5.
El diablo nos tienta a confiar en nosotros mismos y en lo que podemos hacer para evitar que confiemos en Dios y recibamos lo que Él puede hacer. Pero debemos buscar Su poder en cada aspecto de nuestro servicio a Él.
PRINCIPIO DE VALOR PARA EDIFICAR UNA VIDA ESPIRITUAL
El poder de Dios hace posible que nuestro trabajo para Él produzca resultados.