Y Moisés tomó la mitad de la sangre, y la puso en tazones, y esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar. 7 Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos. 8 Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas.Exodo 24:6-8

Los israelitas, que habían sido esclavos en Egipto, vieron una demostración del inconfundible poder de Dios cuando envió las diez plagas para convencer al faraón de que liberara a su pueblo. Dios protegió a los israelitas de las peores plagas, mientras que la devastación de Egipto finalmente convenció al faraón de que los dejara ir. Después de salir de Egipto, vieron que el Mar Rojo se abría para que pudieran cruzar y observaron cómo la misma agua que había retrocedido para ellos regresaba para ahogar al ejército egipcio que los había estado persiguiendo. Vieron caer maná del cielo todas las mañanas seis días a la semana para proporcionarles alimento cuando no había nada más para comer. Vieron el monte Sinaí en llamas con la presencia y la gloria de Dios. Por eso, cuando Moisés les presentó las instrucciones que Dios les había dado, no les resultó difícil responder que obedecerían por completo todo lo que Dios dijera.

Sin embargo, a pesar de que sus palabras profesaban su compromiso con Dios, rápidamente se desviaron. Comenzaron a quejarse del maná que Dios les proporcionó milagrosamente. Presionaron a Aarón para que creara un ídolo al que pudieran adorar cuando Moisés se demoró en regresar. Una y otra vez desobedecieron a Dios. En lugar de cumplir plenamente sus mandamientos, se desviaron para adorar a dioses falsos. Como resultado de su desobediencia, se perdieron de mucho de lo que Dios podría y hubiera querido hacer por ellos. “¡Cuántas veces se rebelaron contra él en el desierto, Lo enojaron en el yermo!
41 Y volvían, y tentaban a Dios, Y provocaban al Santo de Israel.” (Salmo 78:40-41). La obediencia a Dios llena de fe nos protege del pecado y nos brinda bendiciones que no queremos perder.

Principio de valor para edificar una vida espiritual.: Dios bendice a quienes obedecen a todo lo que Él ha dicho sin quejarse ni buscar un camino diferente.

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