“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. 27 mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos”.
Romanos 8:26-27
A menudo oramos y no sabemos exactamente qué o cómo orar. Hay momentos en que la necesidad y la respuesta parecen claras, pero muchas veces nos quedamos sin un sentido de dirección o certeza. Cuando oramos, sabemos que debemos pedir de acuerdo con la voluntad de Dios, pero hay momentos en que es difícil para nosotros discernir. En estos momentos, lo más importante que debemos recordar es que todavía debemos orar. Dios conoce nuestras limitaciones y debilidades. Incluso cuando no sabemos qué es lo mejor para nosotros o cómo orar, Él interviene y, en misericordia y gracia, nos da lo que necesitamos. Una oración incierta es muy superior a una que nunca se ofrece.
En su extenso poema narrativo sobre el fallecimiento del legendario rey Arturo de Inglaterra, Alguien escribió: La oración produce más cosas de las que este mundo sueña: ¿Porque son mejores los hombres que las ovejas o las cabras? Si, conociendo a Dios, no levantan las manos de la oración, tanto para ellos mismos como para quienes los llaman amigos.
Si no levantamos nuestras manos en oración, estamos perdiendo no solo la ayuda que recibimos a través de la oración, sino la ayuda que Dios nos da para moldear y moldear nuestras oraciones y deseos a través de Su Espíritu Santo. Hay momentos en que el proceso de orar y escuchar la voz de Dios es mucho más importante que la respuesta inmediata a nuestras oraciones.
PRINCIPIO DE VALOR PARA EDIFICAR UNA VIDA ESPIRITUAL
Cuando clamamos a Dios por ayuda, debemos escuchar a Su Espíritu y entregar nuestros deseos a los suyos.