“Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros; 18 porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga. 19 Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. 20 De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.”
Lucas 22:17-20
Cuando Santiago tenía tan solo catorce años, una cirugía mayor requirió una transfusión de sangre considerable para salvarle la vida. En agradecimiento por lo recibido, prometió que, cuando tuviera la edad suficiente, se convertiría en donante de sangre. A pesar de su miedo a las agujas, Santiago comenzó a donar sangre a los dieciocho años. Tiempo después, los médicos descubrieron que su sangre contenía un anticuerpo poco común que podía usarse para tratar a mujeres embarazadas con Rh(D) negativo, un factor que puede ser fatal para el bebé. Santiago continuó donando durante sesenta años, llegando a realizar más de 1100 donaciones. Los médicos estimaron que las inyecciones realizadas con su sangre salvaron la vida de más de dos millones de niños.
Todos nacemos con la enfermedad mortal del pecado, y nuestra única esperanza de salvación se encuentra en la sangre de Jesucristo. La razón por la que fue a la cruz y derramó su sangre por nosotros es que no hay nada más que pueda pagar la pena por nuestro pecado.
“Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” 1 Pedro 1:18-19.
Solo la sangre del Hijo de Dios, perfecto e inmaculado, podía expiar los pecados de todos los que creen. Solo confiando en su ofrecimiento de salvación por gracia, mediante la fe, tenemos el don de Dios de la vida eterna y un hogar en el Cielo.
PRINCIPIO DE VALOR PARA EDIFICAR UNA VIDA ESPIRITUAL
Nada puede proporcionarnos la salvación que necesitamos sin la sangre preciosa de Jesús.