“Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles. 2 Y hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él. 3 Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel. 4 Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio.”
Hechos 8:1-4
Antes de su conversión, C. I. Scofield tenía fama de ser un hombre dispuesto a tomar atajos. Aunque era abogado, aparentemente participó en varias conspiraciones que eludían, o incluso infringían, la ley. De hecho, un artículo publicado sobre él se refería a Scofield como “abogado, político y estafador en general” que cometió “muchos actos maliciosos”.
Pero cuando tenía treinta y tantos años, Scofield tuvo una reunión de negocios con un cristiano que, al final de la conversación, le preguntó si era cristiano. Scofield dijo que nunca le habían dicho cómo ser salvo, y el hombre le explicó el plan de salvación. Tras escuchar la buena noticia, Scofield oró: “Oh, Jesús, soy esclavo de la bebida. Uno de tus siervos me ha mostrado cómo ser salvo. Oh, Dios, perdona mis pecados y ayúdame a vencer el poder de este terrible hábito en mi vida”. En los años siguientes, Dios usó a Scofield enormemente para guiar a otros a Cristo.
Dondequiera que vayamos, cada persona que conocemos tiene un alma eterna. Dondequiera que vamos, llevamos el único mensaje que puede cambiar su destino. Pero para que ese mensaje les llegue, depende de nosotros sembrar las semillas del evangelio. “Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. El que salió y lloró, llevando la preciosa semilla, sin duda volverá con regocijo, trayendo sus gavillas” Salmo 126:5-6. Debemos aprovechar cada oportunidad para compartir el evangelio, y todos deben saber que somos creyentes y que la misma salvación que recibimos está disponible para ellos.
PRINCIPIO DE VALOR PARA EDIFICAR UNA VIDA ESPIRITUAL
El mensaje del evangelio es poderoso y debe ser entregado a quienes necesitan escucharlo.