Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, 4 para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, 5 que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.1 Pedro 1:3-5
En marzo de 2022, una pareja adinerada de Filipinas presentó una demanda contra un banco. La pareja se había retrasado en los pagos de sus cajas de seguridad y, como resultado, el banco acabó perforando las cajas y vendiendo el contenido: varias piezas de joyería muy valiosas. Una vez que descubrieron que estaban atrasados en los pagos (los avisos aparentemente se enviaron a la dirección equivocada), la pareja pagó sus honorarios y se les aseguró que el contenido estaría seguro. Pero el banco ya había subastado las joyas. La demanda estaba en curso en el sistema legal y el resultado sin duda afectaría la forma en que la gente veía la seguridad que ofrecía una caja de seguridad.
La idea de dar algo a otra persona para que lo guarde es antigua y se basa en la confiabilidad de la persona o institución. Nunca le daríamos algo valioso a un extraño que acabamos de conocer en la calle. La seguridad de lo que confiamos a otra persona depende de su naturaleza y carácter. Cuando se trata de lo más preciado que tenemos, nuestra salvación, no hay ningún sistema de seguridad terrenal en el que podamos confiar. Pero el mismo Dios que hace toda la obra de salvarnos también hace toda la obra de mantenernos salvos, y nunca debemos temer perder nuestra salvación. Pablo escribió: “Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (2 Timoteo 1:12).
Principio de valor para edificar una vida espiritual: Nada de lo que confiemos a Dios se perderá ni nos será quitado jamás.
