Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu.
6 Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor7 (porque por fe andamos, no por vista); 8 pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor. 9 Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables.2 corintios 5:5-9
Hay muchas cosas que pueden hacernos dudar y enfrentar el futuro con miedo. Si bien algunas de ellas pueden ser imaginarias (cosas que se nos ocurren mientras pensamos en los peores escenarios), otras son amenazas verdaderas. Pablo sabía todo acerca de los peligros que podría enfrentar. Él ya había experimentado muchos de esos peligros cuando escribió a la iglesia de Corinto declarando su confianza en el plan de Dios. Pablo fue golpeado, apedreado, naufragó y fue arrojado a prisión. Gran parte del Nuevo Testamento fue escrito desde la cárcel, ya que Pablo usó su pluma cuando no podía estar presente para usar su voz. Pablo no sabía que las cosas iban a ser fáciles. Lo que sabía era que Dios era fiel.
Esta actitud incluso dirigió la actitud de Pablo hacia la posibilidad de su muerte. Sabía que los líderes religiosos judíos lo querían muerto. Sabía que los funcionarios romanos lo querían muerto. De todos modos, tenía confianza. Eso se debe a que su fe y esperanza para el futuro no dependían de sus circunstancias, sino de Dios. La conclusión para Pablo era que no importaba cuándo o cómo terminaria su vida terrenal, Dios cumpliría la promesa de salvación y Pablo iría a estar con Él. No importa lo que suceda, Su fidelidad nunca cambiará. Como dijo Martín Lutero:
Dejad ir los bienes y los parientes,
también esta vida mortal;
Pueden matar el cuerpo:
La verdad de Dios permanece,
Su reino es para siempre.
Principio de valor para edificar una vida espiritual: Nada en este mundo puede cambiar la promesa de eternidad de Dios ni Su capacidad para cumplir esa promesa.