¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. 13 Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; 14 sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo.Isaias 14:12-14

Como todo lo que Dios creó originalmente, Lucifer estaba completo. Estaba en la presencia de Dios, llevando a cabo las tareas que se le habían asignado. Sin embargo, en lugar de considerar su servicio como un privilegio, lo resintió. Quería ser el que estaba a cargo en lugar de hacer lo que Dios le indicaba. Quería elegir lo que hacer en lugar de ser obediente. Su enfoque estaba en el lugar equivocado: no en Dios sino en sí mismo. Debido a su orgullo, Dios lo expulsó del Cielo y se convirtió en Satanás. En El Paraíso Perdido, un relato poético épico de la Caída, John Milton describió la actitud de Lucifer de esta manera:

Aquí podemos reinar seguros, y en mi elección
Reinar es digno de ambición, aunque sea en el Infierno;
Es mejor reinar en el Infierno que servir en el Cielo.

Nuestras vidas no giran en torno a lo que queremos o elegimos, sino a lo que Dios ha ordenado. Cada vez que quitamos nuestra mirada de Él y la dirigimos hacia lo que queremos, estamos siguiendo los pasos de Satanás, y esos siempre nos alejan del camino de Dios. El pecado del orgullo es mortal. No es sólo algo que a Dios le disgusta o desaprueba; es algo que Él odia. “El temor de Jehová es aborrecer el mal; La soberbia y la arrogancia, el mal camino, Y la boca perversa, aborrezco.” (Proverbios 8:13). El orgullo nos impide obedecer a Dios porque nos engaña haciéndonos pensar que deberíamos tener el derecho de elegir por nosotros mismos cómo debemos vivir. No es así. Dios nos posee por derecho de creación y por derecho de redención, y cuando lo vemos como Él es, no hay lugar para el orgullo.

Principio de valor para edificar una vida espiritual.: Cuando permitimos que el orgullo gobierne nuestros corazones, no buscaremos ni recibiremos la gracia que necesitamos de Dios para cada día

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