“Entonces dijo David a Natán: Pequé contra Jehová. Y Natán dijo a David: También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás. 14 Mas por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos de Jehová, el hijo que te ha nacido ciertamente morirá.”
2 Samuel 12:13-15

Si David hubiera estado donde debía estar, no habría sido tentado a pecar con Betsabé. “Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab, y con él a sus siervos y a todo Israel, y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá; pero David se quedó en Jerusalén.” 2 Samuel 11:1. Pero fue tentado y pecó. Las consecuencias de ese pecado fueron devastadoras en términos humanos. Urías, uno de los hombres valientes de David, fue asesinado como parte de un complot de David para encubrir su adulterio. Sin embargo, más allá de esos terribles acontecimientos, quizás el peor efecto del pecado de David fue que deshonró el nombre de Dios.

Nuestro comportamiento siempre refleja a nuestro Padre Celestial, así como el comportamiento de un hijo refleja a sus padres aquí en la tierra. Cuando hacemos cosas malas, siempre habrá quienes nos señalen que nuestra conducta no concuerda con nuestra fe. El nombre de Dios es santo y precioso, y se nos manda honrarlo, no solo con nuestras palabras, absteniéndonos de usar su nombre como una maldición de forma casual o descuidada, sino también con nuestras acciones. “No sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, Y blasfeme el nombre de mi Dios.” Proverbios 30:9. De las muchas razones por las que deberíamos odiar y evitar el pecado, es honrar el nombre de Dios debería ser lo primero de la lista.

PRINCIPIO DE VALOR PARA EDIFICAR UNA VIDA ESPIRITUAL
El pecado no sólo mancha nuestra testimonio; también deshonra a nuestro Padre Celestial.

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