Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente dí la palabra, y mi criado sanará.9 Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.10 Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Mateo 8:8-10
Cuando un centurión romano vino y le pidió a Jesús que sanara a su criado, no estaba haciendo algo normal. Las relaciones entre los romanos y los pueblos nativos de las naciones que conquistaban eran a menudo hostiles, y los judíos no eran la excepción a esa regla. De hecho, para los romanos, Israel era conocida como una de las zonas más problemáticas de todo el imperio. Sin embargo, este hombre estaba dispuesto a acudir a Jesus y pedirle ayuda. Aunque había crecido adorando a los falsos dioses romanos, había algo en el mensaje de Jesús que le hablaba, y creía que Jesús podía ayudarlo.
El centurión describió su fe a Cristo en términos de estructuras de autoridad. Cuando daba órdenes a un soldado o a un sirviente, esperaba que hicieran lo que él decía debido a su autoridad. Creía que Jesús tenía la autoridad para dar órdenes incluso sobre la enfermedad, y que una sola palabra suya era todo lo que se necesitaba para sanar. Jesús estaba asombrado por su fe, que era algo que iba mucho más allá de lo que estaba viendo en los israelitas que conocían las Escrituras del Antiguo Testamento. La fe es la confianza en que Dios hará lo que dijo que haría y luego actuar en consecuencia. Las dos partes no se pueden separar. Si no creemos en las promesas de Dios y si no actuamos de acuerdo con ellas, entonces no estamos caminando en fe. “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6).
Principio de valor para edificar una vida espiritual: La fe verdadera actúa en obediencia porque la fe verdadera cree verdaderamente que lo que Dios dice es verdad.
