En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.10 Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.11 Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. Juan 15:8-11
El amor de Dios por nosotros es eterno e inmutable. No se basa en lo que hacemos o dejamos de hacer, sino en su naturaleza y carácter. El amor no es sólo algo que Dios hace; es quién es Él. La naturaleza misma de Dios es amor. “Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él” (1 Juan 4:16). Ese amor extendió la oferta de salvación a quienes creen. Ese amor nos da la seguridad de que nuestro destino eterno está asegurado. Ese amor también camina con nosotros todos los días de nuestra vida. Dios no nos ama y nos deja. Él continúa con nosotros, con un amor incondicional que nunca falla.
Y es ese amor que hemos recibido en el que debemos caminar. Debemos vivir continuamente en el amor de Dios, mostrándolo y demostrándolo en acción a quienes nos rodean. “Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros” (1 Juan 4:11). A muchas personas les cuesta encontrar alegría en sus vidas. El mundo busca algo que sólo viene de Dios (ya que la alegría es un fruto del Espíritu), pero no puede encontrarla fuera de Él. Andar en el amor de Dios produce alegría que perdura. Cuando lo amamos a Él primero por sobre todas las cosas y luego amamos a los demás de la misma manera que nos amamos a nosotros mismos, encontraremos alegría. Estos son los dos mandamientos que Jesús dijo que eran los más importantes y que resumían toda la ley y los profetas.
Principio de valor para edificar una vida espiritual.: El amor es mucho más que una emoción; es una forma de vivir obediente.
