Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.28 Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. 29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; 30 porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.Mateo 11:27-30
Una de las historias más dramáticas de las Escrituras es la confrontación entre Elías y los profetas de Baal en el Monte Carmelo. Delante de una multitud de israelitas, los falsos profetas oraron, danzaron y gritaron durante horas, pero nada sucedió. Después de que Elías hizo una oración sencilla, descendió fuego del cielo y quemó, no solo el sacrificio, sino también las piedras del altar. Después de que los falsos profetas fueron asesinados, Elías oró y la sequía que había durado más de tres años fue interrumpida por una poderosa tormenta. Sin embargo, a pesar de todo lo que había visto a Dios hacer, Elías tuvo miedo y se desanimó cuando supo que Jezabel planeaba matarlo. En lugar de recurrir a Dios en busca de ayuda, corrió solo al desierto.
Allí Elías oró para que Dios lo matara. Sin embargo, en lugar de responder a esa oración, Dios envió un ángel para proporcionar alimento al profeta hambriento. “Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come.
6 Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse.” (1 Reyes 19:5-6).
Siempre hay fortaleza y ayuda disponibles para los hijos de Dios que las buscan de Él. Cuando estamos agobiados por las preocupaciones y cargas de la vida, Jesús nos ofrece descanso. Incluso si nos encontramos solos, Él nunca nos abandona.
Principio de valor para edificar una vida espiritual: Dios ha prometido darnos fortaleza y descanso para el alma; solo tenemos que acudir a Él para ello.